El 8 de marzo, a un año de la pandemia
¿Han notado cómo en los últimos días de febrero y los primeros de marzo, todo el mundo comienza a “recordar” que por ahí viene el “Día de la mujer”?
Ah, el 8 de marzo. Día emblemático y significativo para los derechos de (todas) las mujeres. Cuando se conoce la historia que dio origen al día, resulta irónico ver cómo las tiendas se llenan de ofertas dirigidas a las mujeres; las organizaciones y compañías preparan eventos para “resaltar a las mujeres” y buscan a ponentes y panelistas mujeres, muchas veces sin más remuneración que el exposure… ¿y después? Muches vuelven a su rutina de siempre.
“¿Vas a la marcha?” es de mis preguntas agridulces favoritas y en esta fecha, no se queda. Consciente de que preservar nuestra salud y vida frente al COVID-19 es prioridad, una amiga me contaba su pesar porque este año, en la gran Ciudad de México donde vivimos, “no habrá marchas como el año pasado”, que fueron históricas.
Y la entiendo. Hay algo muy especial en salir a marchar con otras mujeres: caminar junto a otras sororas con consignas poderosas para protestar tiene un poder de sanación colectivo e individual. Se expresa el luto, la rabia, la indignación a la par del amor, de la resistencia, del “ahora que sí nos ven” y a una se le pone la piel chinita, de gallina, y las lágrimas le corren y la voz se le pierde entre tanto gritar.
Para quienes vivimos bajo principios feministas, este día suele venir cargado de reflexión. ¿Dónde nos encuentra este 8 de marzo, como movimiento y como personas, como mujeres? En esta ocasión, nos encuentra con grandes desafíos y amenazas de retrocesos en nuestros derechos.
El impacto de la pandemia en los derechos de las mujeres y niñas
Según la CEPAL, debido a la pandemia, la participación laboral de las mujeres se redujo a niveles tan bajos, que no se habían visto en más de una década, lo que indica tanto pérdidas de empleos como deterioro de las condiciones laborales de quienes siguen generando ingresos. Asimismo, debido al aumento de la carga de labores de cuidado no remunerado sobre las mujeres y niñas, muchas han perdido acceso a la educación. Esta situación pone en juego la autonomía económica de millones de mujeres, al ampliar la feminización de la pobreza y la brecha salarial de género.
Además, mientras muchas de nosotras tuvimos o tenemos el privilegio de refugiarnos en casa frente a la COVID-19, para muchas más, las medidas de aislamiento significaron cambiar una amenaza por otra, al tener que convivir más tiempo con sus agresores. Así, la violencia de género aumentó significativamente. Según datos de la ONU presentados por el Banco Mundial, en 2020, la violencia doméstica contra las mujeres creció entre 30% y 50% en países como México, Colombia, Argentina y otros. Los reportes de asesinatos y casos de violencia de género contra mujeres trans también aumentaron de manera preocupante.
Asimismo, no podemos ignorar que el 70% de la fuerza laboral en el sector salud y social de nuestra región está compuesta por mujeres, que se vieron en la posición de exponer su salud para sostener la respuesta sanitaria al COVID-19. Nuestra salud sexual y reproductiva también se vio amenazada: en 2020, más de 18 millones de mujeres no tuvieron acceso a métodos anticonceptivos, según la ONU.
Con este panorama tan sombrío, no culpo a nadie que piense que hemos perdido décadas de avances, tanto en garantías de derechos como en fortalecimiento de nuestros movimientos. Pero yo, eterna optimista, creo que el feminismo incluyente, interseccional, que abraza a todas las mujeres en su diversidad y reconoce sus luchas propias, sigue vivito.
Una muestra viva es cómo, a pesar de la pandemia, se siguen organizando acciones por los derechos de las mujeres, aún en la virtualidad, desde Kuala Lumpur hasta Ciudad de México. Otra muestra es cómo, en mi país querido, las mujeres no se contentan con un “estamos en pandemia, no se puede marchar” y han organizado vigilias y otras acciones contundentes, para que las mujeres no tengan que arriesgar su vida o su salud por la penalización total del aborto.
En unas semanas, en un tribunal internacional, se retoma la búsqueda de justicia por Manuela y por tantas otras en El Salvador y en la región … El 2020, a pesar de todas sus carencias, terminó con una fuerte ola de la Marea Verde, cuya fuerza todavía resuena 3 meses después y seguirá inspirando la lucha por la autonomía sobre nuestros cuerpos.
¿Cómo vivir este 8 de marzo, a pesar de la pandemia?
Evidentemente, este año, el 8 de marzo se vivirá de una forma diferente, pero eso no quiere decir que la lucha por los derechos de las mujeres, que es lo que se conmemora en este día, esté muerta o en pausa. Sólo cambia de forma, por ejemplo, ocupamos con más fuerza los espacios digitales. Nos activamos con conmemoraciones y reconocimientos a mujeres valientes que desde sus espacios, abren el camino por la igualdad y la justicia. Hay más conciencia sobre qué significa este día para nosotras y cómo queremos formar parte de él.
Hablamos de autocuidado como una acción política, hablamos de economía de cuidados, hablamos de las trabajadoras sexuales y las mujeres racializadas, hablamos de derechos laborales para las mujeres, de las enfermeras y doctoras y científicas que están en la primera línea… hablamos de los desafíos, pero también, reconocemos los logros. Este año, propongo que tengamos más énfasis en seguir celebrando la vida de quienes nos han mantenido resilientes y esperanzadas, en medio de tanto pesar.
El feminismo transformador no ha muerto con la pandemia: sigue vivo en el corazón de todas nosotras. ¿Cómo lo vivirás tú este año? En mi Instagram (@elinacastillo), estaré compartiendo herramientas que nos pueden ayudar a vivirlo juntas.
Te mando un abrazo sororo virtual, agradecida de que leíste hasta aquí,
Elina.-